lunes, 3 de marzo de 2008

Reporte de la heroica rodada nocturna: Ciudad de México - Cuernavaca









Para esta rodada se reunieron nuevamente en el Ángel de la Independencia los doce del patíbulo: Gaby, Ricardo, Tatanka, Enrique, Tonatiuh, Matusalén, Héctor, Leonardo, Clemente, Quique, Ubaldo y un servidor.

Salimos del Ángel a las 22:00 hr, tomando la ruta mas corta (Chapultepec, Rio de la Loza y Fray Servando) para arribar a nuestro ansiado destino: ¡ Tlalpan ! Nunca antes habíamos tomado esta rápida arteria en nuestros viajes al sur de la ciudad. Y realmente fue algo hermoso hacerlo, pues rodábamos a velocidades de entre 40 y 50 km/hr, y ni siquiera en el primer carril. No señor, veníamos rodando sobre el ¡segundo carril de Tlalpan! (debido a que había muchos autos estacionados en el primer carril, debido a las nocturnas atracciones que usualmente hay sobre esa avenida). Nuevamente, la sensación de rodar a alta velocidad, en una arteria tan fuerte como lo es Tlalpan y sobre todo: el hacerlo de noche es ciertamente indescriptible ... y adictiva. Creo que de hecho, todos los Lobos nos hemos vuelto ya unos adictos a la adrenalina :-) Pasaron además unos autos en el tercer carril, tocando su claxon y echándonos porras :-)

Sin contratiempo alguno arribamos al Monumento al Caminero, donde inician tanto la autopista de cuota, como la carretera federal a Cuernavaca. Nosotros tomaríamos la carretera federal a Cuernavaca como vía para efectuar nuestra travesía hacia Tres Marías. Esta carretera inicia con un fuerte ascenso hacia San Pedro Mártir, continuando después con otro fuerte ascenso hasta la desviación al Ajusco, desde donde ya se empieza a aplanar un poco la pendiente.

A pesar de ser nocturno el ascenso y tomando en cuenta el asociado cansancio, el escalamiento al puerto de La Cima fue realizado sin pausas, sólo re-agrupando para compactar al personal.

Un poco antes de llegar a Topilejo, donde inicia la reserva ecológica de Chichinautzin, nos detuvimos unos momentos (justo a la medianoche) en el restaurante El Mirador, para poder admirar desde las alturas (alt: 2700 m) la increíble vista que el paisaje de las luces de la Ciudad de México ofrece al asombrado visitante nocturno. Tras haber terminado la sesión fotográfica de rigueur en las alturas, procedimos a continuar con nuestro ascenso hacia Parres.

Antes de llegar a Parres, en el cruce con la ciclopista, realizamos un re-agrupamiento inverso, es decir, allí una parte del grupo (Héctor, Ubaldo, Clemente y Quique) decidieron que ellos se regresarían a la Ciudad de México a partir de ese punto, pues Ubaldo ya se sentía un poco agotado. Por tanto, nos despedimos de ellos en ese punto, continuando el resto del grupo (Matusalén, Ricardo, Tatanka, Enrique, Tonatiuh, Gaby y un servidor) rodando cuesta arriba en dirección a Parres. Justo en la despedida de Héctor y compañía decidimos que no haríamos ya más re-agrupamientos sino hasta Tres Marías, pues el frío era bastante cruento, por decir lo menos.

Cruzamos por tanto Parres, donde todo estaba cerrado (i.e. no había ninguna tienda abierta) rodando sobre el tramo que separa a Parres de La Cima. Este tramo, al estar ya a cielo abierto, es decir, sin la protección de cerros circunvecinos, se convierte en un refrigerador de día. Sólo habría que imaginarselo de noche. Varios de nosotros ya no sentíamos los dedos de las manos. Algunos camaradas inclusive ya no sentían los de los pies.

En estas duras condiciones coronamos el puerto de La Cima (alt: 3,000 m) hacia las 01:45, y dimos inicio al descenso hasta Tres Marías, 200 m más abajo. El frío en esta parte del trayecto era indescriptible. Realmente bajamos porque no nos quedaba de otra. Los músculos del cuerpo se encontraban hechos una pieza por el frío, dificultando sobremanera el control de la bicicleta.

De alguna manera pudimos terminar el descenso a Tres Marías, arribando a las 02:00 al centro de dicho poblado, donde pudimos conocer la pequeña iglesia que se encuentra en la plaza principal del pueblo. Sin embargo, el frío era horrible, por lo cual decidimos refugiarnos en un local comercial de comida que se encontraba ya a punto de cerrar. Prácticamente le suplicamos que nos dieran oportunidad de entrar para protegernos del frío en lo que arribaban a Tres Marías Tonatiuh y Tatanka. Una vez obtenido el permiso de pasar le pedimos de favor que prendiera una hornilla de gas para calentarnos los dedos. Y cual no sería nuestra sorpresa cuando la chica, dueña del restaurante, le ordenó al trabajador que atendía el local ¡ Que nos vendiera comida caliente ! Ni en nuestros sueños mas salvajes hubiéramos soñado tanto hospitalidad a las dos de la mañana. Dentro del restaurante degustamos sopas de hongos, birria, tortillas calientes y café caliente. Los dioses del olimpo habían escuchado nuestras súplicas. O dicho de otra manera: Audentes Fortunas Juvat: la Fortuna favorece a los audaces.

Tras degustar nuestros calientes platillos, procedimos a evaluar nuestras opciones: regresar rodando a la Ciudad de México implicaba volver a subir a La Cima a 3,000 m de altitud, con el consiguiente nuevo enfriamiento. Y nadie quería volver a rodar por esa zona tan fría, ahora de madrugada. Para regresarse al DF quedaba entonces la opción de descender a Cuernavaca, para tomar desde allí el autobús de regreso a la Ciudad de México. Fresco aún en la memoria el recuerdo del cruento frío de La Cima, por aclamación triunfó la idea de descender a Cuernavaca, pues al descender a la ciudad de la eterna primavera, esperábamos no encontrar las temperaturas tan extremadamente frías de Tres Marías. Adicionalmente, de paso realizábamos una inédita hazaña: ¡ Rodar de noche, de la Ciudad de México a Cuernavaca, por la carretera federal !

Haciendo acopio de disciplina y arrojo, hacia las 03:15 iniciamos el descenso de Tres Marías a Cuernavaca, rodando sobre la carretera federal, descendiendo a velocidades de entre 40 y 50 km/hr, iluminados tan sólo por nuestras frontales lámparas. Deseo agradecer profundamente al conductor de un camión que se vino escoltándonos en todo el descenso, prendiendo sus luces intermitentes y absteniéndose de rebasarnos, por lo cual efectivamente la hizo de unidad escolta espontánea :-) En verdad, mil gracias por su desinteresado apoyo.

Al llegar a la estatua ecuestre de Zapata (03:55) en la entrada de Cuernavaca, realizamos una parada para recuperar el aliento :-) para después continuar el descenso (sobre puro camino empedrado) hasta el centro de Cuernavaca, deteniendo nuestra marcha (a las 04:07) justo frente al Cuauhnáhuac o Palacio de Cortés, en el corazón de la ciudad de la eterna primavera.

Sin embargo Matusalén requería estar en su trabajo en la Ciudad de México a las 08:00 de esa mañana, por lo cual, tras una breve visita a la fachada del Palacio de Cortés, la mayor parte del grupo (Matusalén, Ricardo, Tatanka, Enrique y Tonatiuh) inició el escape hacia la terminal de los Pullman que se encontraba abierta a esa hora: Casino de la Selva, para poder abordar los autobuses que desde las 03:00 viajan hacia la Ciudad de México.

Gaby y yo nos quedaríamos en Cuernavaca un par de días más, aprovechando nuestra estancia en tan hermosa ciudad para visitar (entre otros atractivos): las Fuentes Bailarinas de Ayapatzingo, el Jardín Borda y la Zona Arqueológica de Teopanzolco, amén del siempre recurrente Zócalo de Cuernavaca. Hicimos nuestro retorno a la Ciudad de México vía los Pullman de Morelos, también desde la terminal Casino de la Selva, hacia las 19:00 hr del Domingo.

Todas las fotos de esta rodada se encuentran disponibles en el siguiente photoset

Te esperamos para nuestra siguiente rodada: a ... ¡ los Arcos del Sitio, en el Estado de México!

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